Un calor asfixiante viene anunciándonos desde hace unos días que el verano ya está aquí. ¡Bienvenido sea, pues! La imagen de todos los años se repite: Los niños dejan de acudir al colegio, los veraneantes disfrutan del sol y de las cervezas del mediodía en las terrazas de los bares, los camareros trabajan más que nunca y las playas se llenan. Desgraciadamente y, al igual que todos los años, no son los únicos lugares del país que reciben una gran congregación de seres: ¡Las perreras ya se han saturado! Las instalaciones de este tipo aumentan de manera considerable el número de animales en esta época del año. ¿Casualidad? Quizás. Pero no lo creo así.
Año tras año, el mismo comportamiento: “En navidad compro un perrito para el nene, que le hace mucha ilusión. En marzo el nene se ha cansado del animalillo. En mayo el bicho se ha hecho grande y ya no nos parece el mismo. En junio nos vamos de vacaciones y el perro acaba en el arcén de cualquier carretera o en el mejor de los casos, en un infierno llamado perrera”.
No alcanzo a comprender como la conciencia de estos irresponsables les permite conciliar el sueño por las noches. No se trata sólo del mal ejemplo que dan a sus retoños (cuando tengas un problema, en vez de afrontarlo, deshazte de él), sino que estamos hablando de que la vida de un ser está en juego. La de aquellos fieles animales que tan alegremente nos reciben al llegar a casa aunque apenas llevemos cinco minutos fuera de ella. Los mismos que en tantos casos han dado o que estarían dispuestos a dar sus vidas por sus amos. Los llamados “mejores amigos del hombre”.
Pero nosotros, en nuestra particular línea de especie animal superior, nos seguimos comportando como necios día a día a la vez que las perreras siguen saturándose.
Desde mi humilde opinión de joven idealista, sigo pensando que al igual que los humanos les enseñamos cientos de cosas a los animales, todavía nos quedan muchas más que aprender de ellos. Pero hasta que no comprendamos lo que supone el respeto, no avanzaremos nada.Y para ello, me remito a la frase del escritor anglosajón George Bernard Shaw “Cuando un hombre quiere matar a un tigre, lo llama deporte. Cuando es el tigre quien quiere matarle a él, lo llama ferocidad”
1 comentario:
Brillante autodefinición "joven idealista". Algunos ya no somos lo primero, pero mantenemos lo segundo con una gran dignidad. Te seguiré leyendo, como a tus compañeros, entre otras cosas porque no tienes faltas ortográficas. Suerte
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